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Fantasías. Respuesta al post de Zizek
Por Noam Chomsky (*)
Hace unas semanas, preguntado de
pasada, en el curso de una entrevista oral, por el famoso publicista
esloveno Slavoj Zizek, Chomsky realizó una sumaria declaración
transcrita y traducida para SinPermiso por su amiga Julie Wark en la
que manifestaba su total falta de interés por el personaje, a quien,
dijo, no podía tomarse en serio.
La celebridad eslovena replicó con una de sus espásticas escenificaciones habituales. Esta es la sumaria respuesta de Chomsky.
He recibido unas cuantas peticiones de comentario al post Slavoj
Zizek Responds to Noam Chomsky: I Don t Know a Guy Who Was So Often
Empirically Wrong ( Slavoj Zizek replica a Noam Chomsky: No conozco a
ningún gachó que haya metido tanto la pata empíricamente :
http://www.openculture.com/2013/07/slavoj-zizek-responds-to-noam-chomsky.html).
Lo he leído con cierto interés, esperando aprender algo, y dado el
título, descubrir algunos errores a corregir. Los hay, ni que decir
tiene, en prácticamente cualquier cosa que llegue a imprenta, incluso en
las monografías académicas técnicas, como puede apreciarse leyendo las
reseñas que aparecen en las revistas especializadas. Y cuando los
descubro o se me informa de su existencia, corrijo los errores.
No en este caso, sin embargo. Zizek no encuentra nada, literalmente
nada, que sea empíricamente erróneo. Lo que apenas puede sorprender.
Cualquiera que se jacte de descubrir errores empíricos y sea
mínimamente serio, tendrá que terminar aportando alguna que otra pieza
probatoria: citas, referencias, algo. Pero nada hay de eso, lo que
tampoco me sorprende. Ya me había tropezado con algunas muestras del
concepto zizekiano de hecho empírico y de argumento razonado.
Por ejemplo, en el número de invierno de 2008 de la revista cultural
alemana Lettre International, i ek me atribuía a mí un comentario
racista que sobre Obama había hecho Silvio Berlusconi. Lo ignoré.
Cualquiera que ande al estricote con la ortodoxia ideológica está hecho
a ese tipo de trato. Sin embargo, un editor de la revista Harper, Sam
Stark, se interesó en el asunto, y lo siguió. En el número de enero de
2009 publicó el resultado de sus pesquisas. Zizek decía que basaba la
atribución a mi persona en algo que había leído en una revista
eslovena. Maravillosa fuente, si es que existe. Con todo y con eso
proseguía tan terne , atribuirme a mí un comentario racista sobre Obama
no era una crítica, porque yo habría hecho esas observaciones como
una caracterización enteramente admisible en nuestra lucha política e
ideológica .
Dejo a otros la decodificación de eso. Cuando el
periodista/activista esloveno Igor Vidman le preguntó al respecto, Zizek
le respondió que ya había discutido el asunto por teléfono conmigo y
que yo estaba de acuerdo con él:
http://www.vest.si/2009/01/31/zizkov-kulturni-boj/. Pura fantasía,
huelga decirlo.
No es el único caso. Y ahora, en efecto, sus comentarios vienen a
suministrarnos un buen ejemplo de sus prácticas. De acuerdo con él, yo
sostengo que no necesitamos ninguna crítica de la ideología , es decir,
que no necesitamos aquello a lo que yo he venido dedicando enormes
esfuerzos durante muchos años. ¿Sus pruebas? Se lo habría oído decir a
alguien que habría hablado conmigo. Pura fantasía, de nuevo, y otro
indicio de su concepto de hecho empírico y discusión racional.
No podía yo, así pues, esperar gran cosa.
El único ejemplo de Zizek es este: Me acuerdo de cuando [Chomsky]
defendía esta manifestación de los Jmeres Rojos. Y escribió unos
cuantos textos diciendo: No, eso es propaganda occidental. Los Jmeres
Rojos no son tan terribles . Y cuando luego se ve obligado a admitir
que los Jmeres Rojos no eran los tipos más amables del Universo, etc.
etc., su defensa me resultó bastante chocante: No, con los hechos de
que disponíamos en ese momento, yo llevaba razón. Entonces no sabíamos
todavía lo suficiente, bueno ya sabe . Pero yo rechazo totalmente esta
forma de razonamiento .
Vayamos a los hechos empíricos que i ek encuentra tan aburridos.
i ek no cita nada, pero se refiere presumiblemente a un trabajo mío
de los 70, coescrito con Edward Herman (Political Economy of Human
Rights [Economía política de los derechos humanos]), así como a
Manufacturing Consent [La producción de consenso], en donde, una década
después, repasábamos hechos y respondíamos al tipo de objeciones y
críticas que aparentemente tiene en mente i ek. En PEHR habíamos
elaborado con muchas ilustraciones la distinción de Herman entre
víctimas dignas e indignas. Las víctimas dignas son aquellas cuyo
destino puede atribuirse a algún enemigo oficial; las indignas son las
víctimas de nuestro propio estado y de los crímenes de éste. Los dos
primeros ejemplos en los que nos centrábamos eran la Camboya bajo los
Jmeres Rojos y la invasión indonesia del Timor oriental por la misma
época. Se dedicaba un largo capítulo a cada caso. Son ejemplos muy
elocuentes: atrocidades comparables, en la misma región, en el mismo
momento. Las víctimas de los Jmeres Rojos son víctimas dignas , cuyo
destino ha de atribuirse a un enemigo. Los timoreses son víctimas
indignas , porque nosotros somos los responsables de su destino: la
invasión indonesia fue aprobada por Washington y plenamente apoyada
luego, hasta en sus peores atrocidades, las cuales, aunque calificadas
luego por una investigación posterior de NNUU como genocidas , estaban
ya ampliamente documentadas en ese momento. Nosotros mostrábamos que
subyacía en ambos casos una mentira de tan extraordinaria escala, que
habría impresionado al mismísimo Stalin. Pero de direcciones opuestas:
en el caso de los JR, una enorme falsificación de supuestos crímenes,
incluyendo la reconfiguración de las acusaciones tras demostrarse
falsas, y la intencionada ignorancia de las pruebas más creíbles, etc.
En el caso del TO, en cambio, silencio, por lo general, o negación de
la evidencia.
Los dos casos son distintos, huelga decirlo. El caso del TO es
incomparablemente más significativo, porque podría haberse puesto
fácilmente fin a las atrocidades, como se hizo finalmente en septiembre
de 1999, simplemente con una indicación de Washington de que el juego
había terminado. En cambio, nadie tenía una propuesta sobre lo que
podía hacerse para poner fin a las atrocidades de los JR. Y cuando una
invasión vietnamita terminó con ellas en 1979, los vietnamitas fueron
duramente condenados por nuestro gobierno y nuestros medios de
comunicación. Y castigados por ello: los EEUU empezaron de inmediato a
apoyar diplomática y militarmente a los JR. Llegados a ese punto,
cesaron prácticamente los comentarios: los camboyanos se habían
convertido en víctimas indignas, atacadas por sus torturadores JR
sostenidos por Washington. Análogamente, habían sido víctimas indignas
antes de la toma del poder por los JR en 1975, porque padecieron el
asalto de los EEUU en el bombardeo más intenso de la historia
equivalente a todo el bombardeo aliado en el teatro bélico del Pacífico
durante la II Guerra Mundial dirigido contra una indefensa sociedad
rural siguiendo órdenes transmitidas por Henry Kissinger: a todo lo que
vuele, a todo lo que se mueva .
Consiguientemente, poco se dijo sobre
su miserable destino entonces, y hasta el día de hoy.
Los especialistas en Camboya sostienen que ha habido más
investigación del período entre abril de 1975 y 1978 que del resto de
toda su historia. Nada sorprendente, dada la utilidad ideológica del
sufrimiento de las víctimas dignas, otro de los asuntos sobre los que
reflexionábamos.
En esos libros y en otros logramos reunir una amplia documentación
que mostraba como bastante normal la pauta seguida: la Camboya bajo los
JR (pero repárese bien en ese hecho crucial antes, no luego) y el TO
resultaban casos paradigmáticos y particularmente espectaculares.
Mostrábamos también que esa pauta resulta imperceptible: dábamos muchos
ejemplos y ofrecíamos la obvia explicación.
Lo que escribimos sobre el caso, harto más importante, del TO,
entonces y desde entonces, ha sido prácticamente ignorado. Lo mismo
puede decirse de lo que nosotros y otros hemos escrito sobre Camboya en
los momentos en que eran víctimas indignas, sometidas a ataque
estadounidense. En cambio, se ha creado toda una industria, rebosante
de histeria, empeñada en descubrir errores en nuestro repaso de los
hechos desarrollados en la Camboya bajo los JR y en nuestro tratamiento
de esos hechos. Hay que decir que, hasta la fecha, sin éxito.
Estoy
seguro de que hablo también en nombre de Ed Herman si digo que estamos
orgullosos de la recientísima reedición de ese viejo texto, junto con
el trabajo, mucho más importante, sobre las víctimas indignas, del mismo
modo que nos sentimos felices de revisar los hechos y de responder a
la tormenta de críticas una década después
No es demasiado sorprendente que no se hayan descubierto errores.
Porque hicimos poco más que pasar revista a lo que estaba publicado,
dejando muy claro conforme a la cita de uno de los comentaristas sobre
i ek que nuestro principal cometido aquí no es el de establecer los
hechos en relación con la Indochina de postguerra, sino más bien el de
investigar la refracción sufrida por esos hechos al pasar por el prisma
de la ideología occidental, un cometido muy distinto ; y harto más
sencillo, todo ha de decirse. Escribimos entonces que no podíamos saber
cuáles eran los hechos reales, pero sugeríamos a los comentaristas que
se atuvieran a la verdad y prestaran atención al registro documental y
a los observadores más calificados, en particular a las conclusiones
que citábamos procedentes de la inteligencia del Departamento de
Estado, reconocida como la fuente más informativa. Además, el capítulo
fue cuidadosamente leído por académicos de primer nivel especialistas
en Camboya, antes de ser dado a imprenta. De modo que la falta de
errores no es una gran sorpresa.
Harto más interesante resulta el hecho de que quienes en nuestros
días se hallan totalmente atrapados por la propaganda occidental
adhieren religiosamente a la doctrina prescrita: aspavientos de gran
indignación respecto a los años de los JR y a nuestro concienzudo
escrutinio de la información disponible y de la torrentada
falsificacatoria; y silencio sobre los casos mucho más significativos
del TO y de la Camboya sometida a los ataques de los EEUU, antes y
después de los años de los JR. Los comentarios de i ek constituyen un
caso paradigmático de eso.
Como el lector puede fácilmente comprobar, Zizek no ofrece ni un
adarme de prueba para sostener sus acusaciones; se limita simplemente a
repetir lo que probablemente ha escuchado (o leído por acaso en una
revista eslovena ). No menos interesante es que le resulte chocante que
nos sirviéramos de los datos accesibles. Él rechaza totalmente ese
proceder. No es necesario comentar una observación que abona la mala
reputación de la irracionalidad.
El resto de los comentarios de i ek no guardan la menor relación
con nada que yo haya dicho o escrito, de modo que puedo ignorarlos.
Queda la cuestión de por qué este tipo de hueras escenificaciones se toman en serio. Pero la dejaré también de lado.
(*) Profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía
del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística
contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más
destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la
resistencia antiimperialista mundial.
Fuente: Bitácora
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