jueves, 31 de diciembre de 2009

Lo que dejó el 2009



En el espacio de JUVENTUD CARTA ABIERTA se ha publicado el siguiente artículo en donde hallamos una apretada síntesis pero sustancial de lo ocurrido durante un agitado y ¨memorable¨, como lo llama el autor, año 2009 en nuestro país.


Pinceladas de un año memorable

Por Ricardo Forster

29-12-2009 /
LO QUE DEJÓ EL 2009

Los últimos días del año nos permiten intentar un balance, nos ofrecen la oportunidad de volver a repasar el cúmulo de acontecimientos que, mirados desde cierta distancia, no dejan de ofrecernos la certeza de haber vivido meses de una intensidad inusitada. Así como el 2008 había sido un año signado por el conflicto con la Mesa de Enlace y sus complejas derivaciones que definieron un giro espectacular en la política argentina determinando fuertemente el derrotero del gobierno de Cristina Fernández antes casi de haber estrenado el cargo, el 2009 no se ha quedado rezagado en cuanto a significación. Si algo debiéramos celebrar es que, a diferencia de la década del ’90 colonizada por el discurso del fin de la historia y de la muerte de las ideologías, la década que ahora se cierra ha implicado, al menos entre nosotros (incluyendo en este nosotros a Latinoamérica) una reapropiación de los lenguajes de la política brutalmente bastardeados por el neoliberalismo. Es desde esa reapropiación, que supone volver a darle contenido a palabras gastadas y rapiñadas por un economicismo pueril, que debemos leer lo acontecido a lo largo de un año complejo y laberíntico en el que prácticamente no se dejó nada por discutir.

El 2009 fue, de eso no hay dudas, un tiempo atravesado por la lógica del conflicto allí donde núcleos fundamentales de la vida social, económica, política y cultural fueron sacudidos por los diversos actores que habitan la escena nacional. Desde el inicial anuncio de Cristina Fernández, allá por marzo, de llevar al Congreso de la Nación el proyecto de una nueva ley de medios audiovisuales que viniera a reemplazar a la promulgada por la dictadura y vigente a lo largo de todos los gobiernos democráticos desde Alfonsín en adelante, hasta un año que se cierra con el que tal vez sea el juicio contra los represores más emblemático por lo que simbólicamente ha representado la ESMA como nudo infernal de la política genocida desplegada entre 1976 y 1983.

Dos acontecimientos que se juegan en diversos planos pero que se afincan, centralmente, en la dimensión simbólico-cultural han marcado con hondura el derrotero de un año extraordinariamente complejo. Por un lado, la disputa por el lenguaje y sus lógicas comunicacionales que, en una época signada por la influencia determinante de los medios de comunicación de masas, cobra una dimensión decisiva para la continuidad y el enriquecimiento de la vida democrática; por el otro, el doloroso ejercicio de la memoria histórica atravesado por las demandas de justicia y de castigo a los responsables de la noche del horror. Dos símbolos de lo que se debate en la Argentina de hoy, de eso que hace “ruido” y que nos permite comprender algo de lo que se esconde detrás de la dura ofensiva del establishment y de la derecha. Por eso el 2009, pese a ser un año atravesado por las consecuencias directas de la brutal crisis del capitalismo internacional (crisis que llegó algo amortiguada a estas playas gracias a las políticas económicas implementadas desde el 2003 en adelante y que nos permitieron salir de la matriz puramente neoliberal), ha sido un año fundamentalmente político, en el que también nos hemos despedido de quien fuera, tal vez, el último gran político de raza, me refiero a Raúl Alfonsín. Su muerte señala el crepúsculo de una manera de vivir y de hacer política y expresa la honda crisis de los partidos y de los políticos.

Un rápido repaso de los principales acontecimientos de los últimos 12 meses nos puede servir para ilustrar al amigo lector respecto de la complejidad y la importancia de lo que se puso en juego y de lo que seguirá debatiéndose en el año que se inicia y que estará marcado por el Bicentenario: debate y aprobación de la ley de medios audiovisuales; inicio del mandato de Barack Obama y su paulatino desangelamiento que, en relación a nuestro continente, ha sido casi inmediato; implementación de políticas anticíclicas centradas en la protección del trabajo y del mercado interno como principal recurso para paliar los efectos de una crisis estructural del capitalismo financiero-especulativo; derrota de Néstor Kirchner en las elecciones de junio y puesta en evidencia de los límites de la pejotización y de las candidaturas testimoniales y necesidad de recuperar el núcleo popular y progresista que marcó la emergencia del kirchnerismo en la escena nacional; surgimiento de un candidato, De Narváez, diseñado desde las oficinas de publicistas y encuestólogos e impulsada por el show-business televisivo que no ha dejado de señalar la continuidad, entre nosotros, de lo peor de la reducción de la política a espectáculo propia de los años menemistas; golpe “institucional” en Honduras finalmente avalado por la complicidad del gobierno de Obama y la repulsa generalizada de los países sudamericanos; vergüenza del macrismo al fracasar doblemente en sus políticas de seguridad y educación: la primera a través del nombramiento del “Fino” Palacios que hoy cumple prisión por encubrimiento en la causa AMIA, mientras que su sucesor tuvo que renunciar casi inmediatamente por estar involucrado en escuchas ilegales de todo color y pelaje (no deben existir antecedentes en el mundo de una situación de este tipo que hace que los dos jefes de una nueva policía estén en prisión o siendo investigados y en vías de ir a la cárcel); la segunda caída en picada de Macri ha sido el fugaz paso por el Ministerio de Educación de Abel Posse, figura que emergió de la noche antediluviana de la derecha procesista en el mismo momento en que se aceleran los juicios contra los genocidas (Posse fue repudiado por lo que representa, por el núcleo reaccionario, discriminador y violento de su discurso, pero también como emergente de una derecha que intenta ocupar un lugar visible en la política de la Ciudad de la mano del “desideologizado” Mauricio Macri); la arrolladora e indisimulada ofensiva de la corporación mediática contra el Gobierno arrasando, con total impudicia, cualquier resto de seriedad, rigurosidad y objetividad periodística (impunidad, exageración, arbitrariedad, han sido los modos utilizados por la corporación para defender sus intereses seriamente dañados por una ley de medios que viene a garantizar una distribución más igualitaria de la palabra y de las imágenes terminando con la impunidad dejada por la dictadura y por el menemismo que favoreció la concentración monopólica); decisión presidencial de implementar la asignación universal para los hijos de los trabajadores en negro y de desocupados llevando a casi 5 millones de niños pobres una política de hondo contenido reparador, que se complementa con la puesta en marcha del plan de generación de empleo a través de cooperativas que beneficiará a uno de los sectores más golpeados y empobrecidos; los extraordinarios triunfos de Evo Morales en Bolivia y del Pepe Mujica en Uruguay que siguen destacando la tendencia transformadora y progresista que viene desplegándose en nuestro continente (oscurecida por lo que amenaza con ser un triunfo en segunda vuelta del candidato de la derecha pinochetista en Chile); complicidad y degradación creciente de las fuerzas policiales mostrando la gravedad de un problema que la democracia no ha sabido resolver pero que el gobierno de Scioli ha agravado al designar a Stornelli como ministro de Seguridad y al desactivar lo mejor de lo realizado en esta materia por Arlasnian; intento fallido, por parte de Gerardo Morales y de Elisa Carrió, de criminalizar a Milagro Sala y a la organización Tupac Amaru, junto con el recurso continuo a la utilización de un lenguaje entre apocalíptico y catastrofal de hondo contenido destituyente.

Apenas algunas rápidas pinceladas para dibujar sobre el papel lo que ha sido un año de inusuales intensidades en el que, por otro lado, hemos comprobado que hay vida más allá de la soja, de la Mesa de Enlace y de las retenciones. Que la democracia no es antagónica al conflicto allí donde el litigio por la igualdad sigue siendo su premisa y su núcleo más íntimo. El 2010 será, probablemente, un tiempo en el que podamos, si las urgencias no nos roban el tiempo y las reflexiones imprescindibles, repasar con espíritu crítico los 200 años de travesía argentina, recorriendo sueños y frustraciones. Esperamos con glotonería lo que tenga para ofrecernos el 2010, imaginando que deberá ser un año en el que se profundicen los cambios que nos lleven hacia una sociedad más justa, democrática e igualitaria. La historia, como siempre, está allí para recibir las pasiones y las acciones de todos aquellos que la transitan. Ojalá que estemos a la altura de sus exigencias y de sus desafíos abriendo, con generosidad, las puertas que posibiliten la unión de todos los que comparten los ideales emancipatorios, esos que vienen desde la lejanía de un mayo de 1810.

1 comentario:

Ester Lina dijo...

Excelente carta. La copie, para leerla más detenidamente.
Pasépara sdejarte deseos para este año que comienza.
Te dedico esto que recibí para las fiestas, porque me parece valioso:
El distraído tropezó con ella,
El violento la utilizó como proyectil,
El emprendedor construyó con ella,
El campesino cansado, la utilizó de asiento,
Drummond la poetizó,
David, mató a Goliat,
Y Michelangelo le sacó la mas bella de las esculturas.
En todos los casos la diferencia no estuvo en la PIEDRA sino en el hombre...

Este año que comienza es el mismo para todos, depende de nosotros lo que hagamos con él.

HAGAMOS UN MUY BUEN 2010!!!

MUY FELICES FIESTAS!!!

Mona

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